Mientras Pakistán busca sobrevivir al duelo por el asesinato de la ex premier y líder opositora Benazir Bhutto, los analistas estudian cuál será el rumbo político que seguirá esta nación nu clear, hoy sumida en el caos y la incertidumbre.Con la fecha de las elecciones legislativas encima, el gobierno del general Pervez Musharraf salió a bajar el tono de aquellos que piden desde la sensatez que los comicios se posterguen. Ayer, el gobierno paquistaní deslizó que por ahora no habría cambios, aunque se mencionó una ronda de conversaciones con los partidos opositores de la cual podría salir un cambio de fecha.El ex premier Nawaz Sharif, ex enemigo político de Bhutto pero quien había armado con ella una alianza en los últimos meses exigió nuevamente la renuncia de Musharraf y aseguró que si el gobierno insiste en celebrar los comicios el 8 de enero "conducirá al país a la autodestrucción, no sólo del gobierno sino también del país".El asesinato de Bhutto, según Sharif es una "prueba" de la decisión del presidente Musharraf de producir un fraude en las elecciones. "Musharraf no tiene intenciones de organizar elecciones libres y lo que ha sucedido lo prueba", dijo Sharif, quien fue derrocado por un golpe de estado del mismo Musharraf en 1999.Sharif había asegurado luego del asesinato de Benazir que su agrupación Liga Musulmana-N boicotearía las legislativas. Sharif no fue autorizado a presentarse; la corte adicta al general Musharraf se lo prohibió.Sharif llamó por teléfono al marido de la ex premier asesinada para darle sus condolencias pero no se trasladó al lugar del funeral porque su seguridad no está garantizada por el gobierno.En Washington, en tanto, comenzó una búsqueda ansiosa de un nuevo aliado político en Pakistán para llenar el vacío dejado por la muerte de Bhutto, una socia vista con buenos ojos por Occidente. Nadie duda de que el país corre el peligro de precipitarse de modo mucho más dramático que hasta ahora hacia el caos.Y nuevamente, la preocupación máxima es que el arsenal nuclear pueda caer en manos equivocadas, algo sobre lo que Bhutto venía advirtiendo en las últimas semanas.El atentado contra Bhutto constituye un golpe bajo para la política exterior del gobierno de George Bush. Apenas un día después del atentado, según informó The New York Times, la embajada estadounidense en Islamabad buscaba contacto con miembros del partido del ex primer ministro Nawaz Sharif, visto hasta ahora con recelo por Washington debido a sus alianzas con partidos islámicos.Tampoco parece claro el panorama en el Partido Popular de Paquistán (PPP) de la líder asesinada, quien era decididamente el eje del accionar de la agrupación que alguna vez lideró su padre y cuya muerta ahora deja un estimable vacío de poder en la escena política.